miércoles, 20 de enero de 2016

Hasta que la muerte nos separe

A veces, cuando conversamos, siento unas ganas enormes de decirte que soy otro, y probar si de tanto no oírme y no verme, te olvidaste de mi voz y de mi rostro, y en medio de la confusión tratar de empezar de nuevo, en una relación que seguramente llegará a este mismo punto, pero que quizá nos refresque con un sorbo de felicidad. Otras veces, hago el ejercicio contrario, y pienso con fuerza que eres otra, que descubro tu voz y tu rostro, y empiezo de nuevo. Nuevamente te oigo y nuevamente te veo, a pesar de que tú sigues sorda y ciega. Otras veces, como hoy, logro comprender que nuestra luz esta atrapada dentro de un bombillo quemado. Y observo como nos llueve los viernes, y cómo a nuestra cama llega el mes que viene después de primavera. Con una sola esperanza: La de que cualquier sábado de estos encontremos (Ojalá que no sea bajo las hojas secas de un sauce de cementerio), esa nueva vida, que no dejaremos atrapar por ningún bombillo cobarde.

                                     Un tal Gabriel


Un texto por Gabriel Campos

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