sábado, 30 de enero de 2016

Corriente Alterna - By Leo Masliah

No sé por qué, te fuiste ni por qué después
al poco tiempo te dio por volver

no sé por qué, no sé por qué,
tomaste aquella triste decisión
de abandonarme y cual fue la razón
de tu regreso y qué pasó
que al otro dia te volviste a ir
no me diste ni tiempo de decirte,
preguntarte, si esa vez
regresarías como la anterior
ni si te ibas en busca de amor
y si fue así supongo que

no lo encontraste y fue por eso que
volviste pero cuando te apreté y
te pregunté qué plan tenés
me contestaste muy asi nomas
con evasivas y casi te vas
pero esa vez no te dejé

porque de un brazo fuerte te agarré
pero fue inutil porque cuando me acosté
senti la puerta y eras vos
que te pelabas sin decir adiós
capaz que fue mejor para los dos
pero muy malo para mi

por eso me alegré cuando te vi
que regresabas pero no entendi
por qué enseguida me decis
que tu intención sigue siendo partir
y sin demora pasas a cumplir
tu anuncio y me dejas ahi

sin esperanza con respecto a ti
pero con la sorpresa de que asi
como te vi partir también
te vi volver y te escuché muy bien
decir que nunca me ibas a dejar
para después saber faltar

a tu palabra porque sin piedad
te fuiste a algun rincón de la ciudad
que al parecer no te gustó
porque si no no entiendo qué te dio
por dar la vuelta y pedirme perdón
pero enseguida, ¡maldición!

me abandonaste y desde aquella vez
te fuiste y regresaste mas de diez
o veinte veces es que ya
perdi la cuenta y la velocidad
de tu continuo ir y venir se va
volviendo cada vez mayor

ni bien te fuiste por el ascensor
la puerta se abre y estas otra vez
ahi no sé si es que volvés
ya es imposible adivinar qué hacés
si te estas yendo o a la misma vez
estas viniendo ya no estas

aca ni alla, como venis te vas
tu cara ya no se distingue mas
apenas en el corredor
se ve una larga franja del color
de tu vestido sos como un ciclón
un huracan sin dirección

un haz de luz cada vez mas veloz
ya nadie puede verte ya no sos
mas que una tenue sensación
una sutil fugaz coloración
en las baldosas de ese corredor
y la portera ya subió

trayendo el balde con el secador
le digo doña deje por favor
y me contesta no señor
el corredor lo tengo que limpiar
y yo le explico que te va a borrar
si pasa el trapo por ahi

pero ella cree que me enloquecí
no sabe nada de lo que yo vi
y un golpe de agua con jabón
te lleva entera junto a la ilusión
de averiguar un dia en qué vagón
viaja el secreto de tu corazón.


Y les comparto la letra de esta canción que me encanta.

lunes, 25 de enero de 2016

Si supieras que publicar aca es facil, Parecer inteligente juntando un par de lineas suaves al pie de la foto. Escoger un buen angulo. Poner la #caradegalandelasredes y saberse acompañar en el cuadro. Esa...toda esa, es la parte facil. La parte dificil es ser de verdad. Pero una cosa si te digo, esa parte vale mas que un millon de likes. 


miércoles, 20 de enero de 2016

Hasta que la muerte nos separe

A veces, cuando conversamos, siento unas ganas enormes de decirte que soy otro, y probar si de tanto no oírme y no verme, te olvidaste de mi voz y de mi rostro, y en medio de la confusión tratar de empezar de nuevo, en una relación que seguramente llegará a este mismo punto, pero que quizá nos refresque con un sorbo de felicidad. Otras veces, hago el ejercicio contrario, y pienso con fuerza que eres otra, que descubro tu voz y tu rostro, y empiezo de nuevo. Nuevamente te oigo y nuevamente te veo, a pesar de que tú sigues sorda y ciega. Otras veces, como hoy, logro comprender que nuestra luz esta atrapada dentro de un bombillo quemado. Y observo como nos llueve los viernes, y cómo a nuestra cama llega el mes que viene después de primavera. Con una sola esperanza: La de que cualquier sábado de estos encontremos (Ojalá que no sea bajo las hojas secas de un sauce de cementerio), esa nueva vida, que no dejaremos atrapar por ningún bombillo cobarde.

                                     Un tal Gabriel


Un texto por Gabriel Campos

© todos los derechos reservados

martes, 19 de enero de 2016

Cantantes de Semaforo


-Quedate con ella-
(Lucia, que lo es todo)

Serenidad


Al otro lado del Reloj

     ¡El reloj suena y lo atiendo, al otro lado de la llamada hay alguien que sí esta despierto. Estoy yo, anoche, antes de dormirme. A través del reloj me maldigo por haber cometido la idiotez de intentar despertarme tan temprano. ¡Qué me habré creído?!  ¡Acaso pienso que soy el dueño de mi vida futura?!  Acaso pienso que mañana no tendré derecho a mandarme al diablo y seguir durmiendo?

!Oye tú, al otro lado del reloj! escucha esto: ¡¡Me paro cuando me da la gana!! Ningún borracho que llega a las tres de la mañana puede obligarme a pararme a las seis. Me importa lo mismo que un millón de lombrices, lo que tú tengas que hacer hoy.  ¡Y  te agradezco que me prestes atención cuando te estoy hablando!


El que estaba al otro lado me ha dejado hablando solo y se ha dormido. Parece que no me presta la más mínima atención. De este lado, me decido a colgar el reloj. Colérico me maldigo de nuevo y, cargado aun de sueño, pongo mi primer pie fuera de la cama, mientras me repito, como cada mañana, que estoy demasiado enojado para seguir durmiendo.

                                 Un tal Gabriel

Un texto por Gabriel Campos

© todos los derechos reservados


lunes, 18 de enero de 2016



"Es como si hasta la soledad, de pronto, te dejara de hablar, y la oscuridad te dejara de mirar. Y los minutos, pasan lentamente, haciéndose los distraídos, sin atreverse a voltear. Y uno se queda ahi, como esperando nada. Como esperando que las horas traigan la mañana. Y con ella, el canto de un gallo, o el llanto mañanero de un bebe que amaneció con hambre. Esperando que el tiempo traiga de vuelta la bulla que hace real a un mundo que esta noche, hizo silencio como nunca"


                                 Un tal Gabriel


martes, 12 de enero de 2016

La lluvia

No llueve. Es extraño, pero a veces aunque no llueva llega la tristeza. En estos casos llega sin paraguas. No tiene que esperar secarse en la entrada, así que pasa rápidamente. Se sienta y mira a su alrededor como si nunca hubiera venido. Llega sin catarro, hablando con tanta claridad que apenas se le reconoce. Pero no es sólo por su voz que se le nota diferente. Se le ve más alta y radiante. Es como si estando seca aumentara un par de centímetros, o como si durante ese tiempo en el que permaneció lejos, la vida, también a ella, la hubiera tratado de maravilla.  
Más tarde, ya terminada su espectacular entrada, tú caes en cuenta. Ahí está ella, sentada junto a ti. Tan grandota que casi te produce miedo. Tan preciosa que casi se te escapa un cumplido. Y de pronto tú, con un coraje que no entiendes, la interrogas con una mirada. Y ella te responde con un gesto la pregunta que le hiciste sin palabras: “Sí, realmente soy yo, pero no te preocupes, sólo pasaba por aquí, hacía mucho calor afuera y se me ocurrió que tal vez podrías ofrecerme algo de tomar”. Y tú te haces el sorprendido, como debe ser, a pesar de que sientes como si en este momento tan absurdo, en el que no llueve, la hubieras estado esperando.
Entre ella que mira y reconoce y tú que miras y especulas, pasan apenas algunos segundos. Pero pasan tal y como se espera que pasen en estos momentos: como si fueran horas. Luego ella, sin dejar de mirarte ni un momento, cambia la expresión en su rostro. Ahora está como esperando que le hables. Tú piensas en decirle que te agrada verla pero no lo haces. Eso puede no gustarle mucho, y en el fondo no quieres ofenderla. Le ofreces vino y ella acepta. Después de un par de copas todo es diferente, hasta te atreves a contarle de tus últimas alegrías y casi ríen juntos. De pronto, en medio de la conversación, y sin que nadie se de cuenta, ha empezado a llover. 

Le ofreces otra copa de vino y ella la rechaza alegando que no piensa excederse con el licor, y concluye diciendo “no vaya a ser que terminemos amaneciendo juntos”. Sin embargo, tú sigues tomando mientras la lluvia arrecia, y con una botella de vino que está cada vez más vacía, la conversación se va haciendo más incoherente, y ella se va haciendo más guapa. No estás seguro si es por causa del alcohol, pero en ese momento jurarías que nunca te ha gustado tanto tu tristeza. Así que, absolutamente ebrio, te llenas de valor y le pides que se quede, mientras ella te quita la ropa y te ayuda a acostarte. Ella te regala como respuesta una de esas sonrisas que se dan los amantes cuando quieren decir que tal vez mañana. Luego te hace un guiño, se despide como si no fuera a volver nunca, y se marcha bajo la lluvia. Es extraño, pero a veces aunque llueva nos deja la tristeza. 


                                                                             - Un tan Gabriel