A los pocos que se han animado a llegar hasta acá, les tengo un premio.
Un adelanto de las ultimas líneas de lo que será Celestina, este libro que estoy escribiendo.
Ese día,
ella se fue para no volver.
Y mientras
se iba, volteó (por su puesto),
para
llevarse grabada en los ojos
una última
imagen de él.
Luego le
hizo un guiño,
mientras él
le regalaba
una enorme
sonrisa
que contenía
toda su tristeza,
una sonrisa
de esas,
que solo un
padre sabe dar.
Un tal Gabriel
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